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La caja de los celulares by Macarena Rueco

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Está todo bien con la tecnología, sacarse fotos con orejas de conejo a algunos adultos nos encanta y a los niños más. Pero hay un tiempo para todo. Y la verdad es que la infancia se va volando como para pasar tantas horas metidos adentro de una pantalla. La que sea. Incluso la TV o la compu. Sucede que por lo general son aparatos más grandes, incluso las pantallas planas, sería la mar de e ngorroso volver a meterlos a la caja, descolgar el plasma de la pared, en fin. Con el celular es otra historia. Su tamaño es inversamente proporcional a la atención que demanda. Ahí está su aplicación de Aquiles (porque talón, no tiene). En un dos por tres puede ir a parar a una caja. Y eso hacemos a veces en casa. Debí decir “hago”, porque soy yo la artífice de esa pequeña revolución hippie cotidiana. Luego invito amablemente a que se me unan otros dispositivos. Recito estrofas de blogs sobre crianza. Me disculpo por mi brecha generacional con mis hijas hasta que, por fin, los aparatos regresan

El maldito pasto verde del vecino. de Despeinada Despeinada

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Génesis Los Pérez de la colonia, eran un matrimonio singular, mucho más que su apellido. Ambos habían nacido en cuna de oro, frase que se dice cuando los padres son ricos en bienes materiales, sin especificarse nunca, en éstos casos, la contabilidad en los bienes morales. Y ambos se habían enamorado en la revolución hormonal de la Universidad. Su mayor obstáculo fue cuando los padres no coincidieron y mandaron a cada uno a diferentes sitios para el año sabático. A ella le tocó Viena, a él Londres. Pero al regresar a casa se dijeron que no servían para estar separados y se casaron con la bendición y el apoyo de los padres. Hasta ahí todo iba bien, incluso comían perdices de vez en vez. Pero un día, como si la mala suerte hubiera estado toda su vida almacenada en una presa sin soltar ni una sola gota para liberar algo, de pronto ésta se fracturó completamente y soltó todo de golpe. Los padres de ella murieron en un accidente. Su familia era rica gracias al trabajo arduo del

Candados

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Texto Raúl Leiva (Panza arriba) Foto Marina Agazzi (La Maga) Atarse a algo sin remedio es ponerle un ancla a lo que vendrá, es cerrar las puertas y las ventanas para gritar en el silencio de una habitación vacía.  Saltar aunque corramos el riesgo de hacernos añicos. Volverse aire y ser inhalado una vez más. Así de peligroso es ser libre.

Un intento de soneto - Raúl Leiva

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Buen provecho ¡El festín ya dio comienzo! Anunció El macho alfa a su precario grupo Mas ¿cuándo terminar? nunca se supo Y tragando carne el alba los halló. ¿Cómo entender que el hambre duele? ¿Que las tripas pueden más que la razón? Y avanzando sobre el cuerpo sin perdón La belleza de la niña hoy se muele. Satisfecha la tropa se retira Tambaleante pero llena de pecado A defecar juventud que no respira. Tranquilo, lector que no es su hora Sin embargo los gusanos esperan Que llegue su final sin más demora.

Génesis, un cuento de Nico Bonder

El primer día sembró el césped sobre la fértil tierra, que pronto lo vio crecer. Él sintió que ese terreno ilimitado era confuso, y entonces pintó blancas líneas con la suave cal de las piedras sobre una porción del pasto. Así creo el terreno en el que se mezclarían la magia con la guerra. Él lo llamó Cancha. En el segundo día cortó árboles, talló y unió tres de aquellas figuras que había creado. Y los llamó Arco. Luego cruzó y entrecruzó hilos que formaron una red y ató eso al Arco y así creó algo capaz de atrapar tantas emociones como el alma más sensible. El tercer día cortó más madera, la lijó y acomodó prolijamente una encima de la otra. Hizo cuatro esculturas iguales, una de cada lado de la Cancha. A eso Él llamó Tribuna. Ese sería el lugar de los que quisieran sufrir con aquel placer. El cuarto día Él creó a los hombres. Los hizo a su imagen y semejanza. Les puso zapatillas sucias, pantalones cortitos, remeras gastadas y gorros viejos. Lo único que le importaba era que aq

Comienzos, de José Angel Lucena Gómez

Incauto, engreído. Tu entendimiento se ciega ante mi belleza. Los jardines se habían llenado de maleza salvaje. La fuente del centro de la enorme parcela dormía repleta de hojas putrefactas y ramas que habían atascado el desagüe. Un hilo negruzco caía por el vaso hacia el suelo dejando un pobre pero profundo charco. Cuando llegaron los dos agentes a la mansión, la cancela herrumbrosa y alta cedió al primer empellón. El Sr. López Arinde siempre había sido excéntrico y huraño. Se hacía difícil verle en el pueblo. Su rutina era tan exigente con él como él lo era con los habitantes de la aldea. Solía acercarse a la única tienda de la zona todos los martes por la mañana. Puntual e inflexible. Con su chaqueta de pana sempiterna y con los brazos balanceándose en los costados como dos pesos muertos. Esteban solía llamarlo el péndulo humano. Siempre encargaba colores de oleo con nombres que el tendero jamás había oído. Era un autentico reto mantener el semblante neutro mientras Don Andrés se

Texshop se pone en marcha - De Marta Morell

No es nuestra primera vez, de ninguno. Ya hemos llegado “estrenados” porque a estas alturas de la vida, se hace difícil encontrarnos con situaciones en las que no hemos estado. Salvo algún nuevo registro de voz, todo es como antes.  Tuve mi primera vez con algunos de vosotros y creedme cuando os digo que ha sido maravilloso conoceros, teneros y conservaros.  Empezamos juntos nuestra primera segunda vez, con mucha ilusión y ganas, con una buena onda que se transmite en las conversaciones que tenemos, en la fluidez a la hora de tomar decisiones, en la empatía generada. Empezamos celebrando: cumplimos cero años, cero meses, cero días.  Esta es la primera vez que juntos cumplimos el inicio de algo nuevo. Algo bueno.  No pensemos en el destino. Sin predicciones del futuro. Caminemos juntos. Hoy. Ahora